top of page

Pensamientos que revuelven desde hace un año

  • Foto del escritor: Cota Tirado
    Cota Tirado
  • 13 jun
  • 4 Min. de lectura

No puedo creer que ya sea un año.


El grado universitario no me sirve de nada cuando se trata de la teoría de explicación y proceso del duelo. El duelo no es un proceso: es, más bien, un desorden.


Y ese desorden se refleja en lo que trato de escribir hoy, que en realidad no tiene ninguna coherencia temporal. Porque de verdad que no me parece que haya pasado un año.


Desde hace un año mi Papá no está en el plano físico. Desde hace un año no puedo escuchar su voz, a menos que sea en los vídeos que reproduzco a veces una y otra vez, o en los mensajes de audio que me enviaba.

Y la temporalidad es incongruente… siento que todo esto pasó hace mucho tiempo… pero también que no. Y a veces se me olvida que pasó. Otras, no me lo creo.


El que mi Papá ya no esté me ha hecho pensar tanto en el significado de la vida… y de la muerte.

Y la verdad es que para ninguna de ambas, como interrogantes fundamentales de la experiencia humana, existe respuesta. La pregunta más lógica, primaria y básica de nuestra existencia no tiene respuesta: ¿qué hacemos aquí? ¿y qué pasa cuando esto se acabe?... Como especie hemos encontrado respuestas a tanto, pero no a lo más primario.


Porque sí, en un día cualquiera, puedes despertar creyendo que será un día más, sin siquiera sospechar que quizás ese día es cuando el libro se cierra y la historia se acaba.



¿Qué historia escribiste?



Mi Papá escribió una historia que, para mí, dejó un legado. Y creo que para quienes lo conocieron también. Él era —y es— un hombre excepcional. Mi Papá amaba como no he visto a nadie amar a una mujer. Estaba profundamente flechado por mi mamá. Creo que ella fue, muchas veces, su razón de ser, y por eso las cosas se dificultaron tanto cuando ya no estuvieron juntos. Además de que todos los miembros de nuestra familia estaban en lugares distintos. Física y emocionalmente.


Mi Papá dejaba todo por servir a quienes estimaba. Más de alguno recuerda su manera de cocinar, que, como lo vi de cerca, podía durar horas. Realmente dejaba todos sus condimentos, su dedicación y su amor en sus preparaciones.


Cocinaba la lasaña más rica que muchos han probado, y luego se especializó en diferentes comidas. Pero todo lo que hacía era delicioso. Incluso los ingredientes más extraños lograban combinarse maravillosamente en sus preparaciones.


Él tenía gustos muy marcados. Amaba la música. Su alma se disolvía en la voz de un tenor. Era tanta su emoción, que muchas veces lo consumían las lágrimas, solo de escuchar una melodía y una voz encantadora.


También tenía valores muy marcados, y opiniones políticas y sobre el progreso de la humanidad que en su momento me parecían perturbadoras, pero que hoy parecen haber sido casi predictivas. Muchas veces, cuando me siento observadora de las tendencias mundiales, pienso: “Mi Papá tenía razón”.


Era devoto de Dios y de la Iglesia Católica, sin tener dudas de su fe.


Su forma de pensar y su devoción viven conmigo. Y son parte de mí, como un regalo que él me dejó.

Mi Papá no tenía miedo al ridículo. Bailaba de una forma icónica que muchas veces me dio vergüenza —debo confesarlo—. Pero a él no. Y verlo tan feliz hacía que no tuviera el coraje siquiera de darme permiso para sentir vergüenza.


Mi Papi era un hombre honesto, y de buenos sentimientos. Un idealista, como los de aquellos libros que tanto amaba: Juan Salvador Gaviota y El Quijote de la Mancha.


Hablaba con tanta pasión e ímpetu de las cosas que le removían el alma… Y si bien le gustaba mucho complacer al resto, nunca fue distinto, ni cambió su esencia por nadie, ni siquiera por la persona a quien más amó. Sus valores y distintivas formas de pensar siempre permanecieron intactos.


Sus maneras —delicadas, amorosas y llenas de sentimiento— son herencia de su hermosa familia. Creo que eso es lo que lo hizo único e inolvidable para tantos. Hablaba y se movía con elegancia. Su presencia es herencia de su madre y su padre. Y hoy en día, cada uno de sus hermanos, mis tíos, tiene ese sello tan especial. Esa forma de hablar, de moverse, de comportarse. Además de ellos, no conozco a nadie tan respetuoso y cariñoso al dirigirse a los demás. Y cuando los veo, es como ver a mi Papá. Todos están tan conectados de una manera intrigante… Los seis hermanos tienen algo que los convierte en solo uno.


Recuerdo que una vez, cuando mi mamá no estaba, nos quedamos hasta muy tarde —mi hermano, tú y yo— en la casa de Puerto Montt viendo películas. Y la última que vimos fue Peter Pan.


Para mí, tú eres como Peter Pan. Un hombre con el alma de un niño, idealista, y que sabe que puede volar siempre al país de Nunca Jamás. Donde nunca se crece y donde todo es perfecto. Como era en tu corazón.


Te extrañamos, Papá. Este mundo te extraña.


 
 
 

Comments


You Might Also Like:
bottom of page