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Hace un año...

Yo siempre quise viajar.

Atreverme a vivir aventuras inimaginables, superar mis miedos y atreverme a estar conmigo, junto a lo desconocido.

Conocer culturas me apasionaba, compartir con extraños y sus diferentes formas.

Comprender las razones medio ambientales que nos diferencian, pero entender que a la vez somos más parecidos de lo que pensamos.

Darme cuenta que al final, somos parte de un mismo planeta y las barreras fronterizas diferencian idioma y costumbres, pero una sonrisa rompe cualquier límite, en cualquier lugar.

Yo siempre quise atreverme a mostrarme a través de la escritura.

Yo temía a los prejuicios,

yo temía al qué dirán,

pero siempre quise retratar mi realidad y dejarla plasmada en lo que creo un talento liberador.

Yo quería perder los miedos,

al exterior,

a los demás

y a mis propios demonios.

Hace un año es que no me importa mucho el qué dirán...

¿Cómo me va a importar si le perdí el miedo a los límites?

¿Cómo me va a importar si me di cuenta que lo correcto e incorrecto es tan variable como la dirección por donde manejas tu coche o los ropajes que te cubren según tu cultura?

Hace un año me atreví, sin pensar mucho.

La verdad, sin pensar nada,

Y un plan de cinco meses se ha transformado en un año, y las direcciones y razones de mi vida cambiaron absolutamente.

Conocí a una persona fuerte, que enfrentó fantasmas internos y pasados: Me conocí a mí misma.

Viaje conmigo y fui mi única compañía a veces,

y viaje acompañada por ángeles en el camino otras tantas.

Hace un año salté a una aventura enigmática, sin ningún sueño claro, sólo las ganas.

Y para variar la realidad superó a la ficción, generándome vivencias muchísimo mejores de las que alguna vez esperé llegar a tener.

Como nada es gratis, debo decir que hace un año también no recibo un abrazo caluroso de mi papá,

los consejos sabios de mi madre se reciben sin contacto

y mi maravillosa hermana menor y yo seguimos haciéndonos bromas, pero esta vez a través de una pantalla de Iphone.

Hace un año mi perro no me sigue con sus penetrantes ojos, que me aman más desinteresadamente que cualquier ser humano.

Hace un año que no veo a mis tíos, quienes tanto me miman y estuvieron desde mis primeros pasos y fueron pilares más tarde en mis reales caídas.

Hace un año no paso una noche con mis mejores amigos, de esas donde me sentía completa tan sólo teniéndolos a mi lado, con sus bromas, con sus singularidades. Con ellos, así simplemente. Siendo ellos...

Hace un año rezo por el bienestar de mis abuelas para poderlas volver a ver.

Hace un año dejé el calor de mi nido para aprender a volar.

A cambio me recibió un Sydney que es más de lo que imaginé. Mucho más.

Con gente a veces más amable que mis propios compatriotas.

Y me atreví...

Me atreví a aprender que el respeto es la base de cualquier sana convivencia.

Me atreví a romper las barreras lingüísticas para confiar en mis instintos, como mi fuente más certera y sensata de aprehender la realidad.

Me atreví a tener mejores amigos de los más variados rincones del planeta, quienes se convirtieron en mi familia, sin raíces comunes más que ese sueño de explorador que llaman Wanderlust, que nos convierte en los nuevos descubridores de lo inhóspito y conquistadores de tierras extrañas.

Desde hace un año he ido creando memorias imborrables sin idioma concreto pero con sentimiento profundo y genuino.

He compartido con personas que jamás esperé conocer, que tuve que encontrar en este viaje, para que así las barreras culturales y fronterizas no limitaran las ganas del corazón.

Desde hace un año vivo bajo el amparo de una Visa y tengo la condición de inmigrante por elección, entendiendo que soy muy más afortunada que quienes deben dejar sus tierras por guerras o penurias, pero comprendiendo genuinamente su nostalgia y sus anhelos, las tristes comparaciones y el deseo insensato de que, a veces, en un abrir y cerrar de ojos, se pueda sentir el dulce aroma de lo conocido, aunque sea por un minuto.

Sin embargo, agradezco también que desde hace un año jamás me he sentido etiquetada como forastera, sino más bien despertando curiosidades por mi cultura y mi amado continente Sudamericano. Curiosidades recíprocas y correspondidas.

Desde hace un año me recibió Australia con puertas abiertas y ojos curiosos.

y yo desde hace un año, cada día, le agradezco con toda el alma.

.

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PS. Es increíble para mí que la traducción de este texto haya hecho que personas de distintos continentes se hayan sentido identificadas.

Reafirma el sentimiento: las barreras no existen, sino personas que las crean.

Fotos:

Sydney, Australia.

Abril, 2018.

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