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Marruecos: Diferente, alucinante y sorprendente.


Ya de entrada en Marruecos -o incluso saliendo desde el aeropuerto- debes saber que lo que verás ahí no se parece en nada a lo que estamos acostumbrados. Es"otro mundo".


Definitivamente es un lugar muy distinto a todo lo imaginado en lo que era mi "realidad", e incluso, escribiendo esta entrada desde Santiago de Chile, me cuesta imaginar que ese mundo siga ahí, funcionando, que exista en sí mismo y no esté sólo en mi mente; que esté tan lejos, pero tan cerca a la vez.


Su gente, sus calles, y su milenaria y enraizada cultura son para mi un tesoro que agradezco haber conocido.


Una vez teniendo claro que la realidad que conoces en Marruecos es completamente diferente a lo que estas acostumbrado, debes saber que, obviamente, sus costumbres igualmente lo son. Yo llegué sola y sin mucha información. Esto último no lo recomiendo...


Cuando dejé la emoción de estar en un lugar tan diferente (porque de entrada te recibe un idioma extraño, mujeres y hombres con turbantes y un calor impresionante) asumí que debía tomar un taxi para ir al lugar que había reservado para esa noche, ya que al otro día llegarían mis amigos. Ahí, "de una", tuve el choque cultural...

El taxista no hablaba inglés. Le dí el nombre de mi hotel, en un intento de idioma neutral, y nos aventuramos por calles que sólo pensé que en las películas existían.

Pasadizos angostos, en los cuales no sé cómo lograban congregarse, al mismo tiempo, hombres con animales (burros o cabras), mujeres con niños jugando, bicicletas, motos, automóviles y vendedores de todo tipo de cosas. Muy amontonado.

Una vez que el taxista me dejó en un lugar donde tenían determinado para aparcar, me dijo algo que no entendí -asumí que era pagar- y mientras estaba en eso, otro hombre con un aspecto muy marroquí (turbantes y chilaba) tomaba mi maleta desde la puerta trasera del automóvil y se la llevaba.

Corrí detrás de el, tomé mi maleta, y no recuerdo muy bien cómo, pero entendí que tenía que seguirlo.

Luego de pasar por varios pasadizos que se iban entremezclando como un laberinto, llegamos a la entrada de lo que suponía era mi hotel, y el hombre me pide una propina, que iba subiendo a medida que le iba dando. Todo esto ocurrió sin que yo siquiera sugiriese que me ayude con mi equipaje. Yo, sola, con menos de una hora en un lugar tan distinto, accedía.


Y es que las costumbres de Marrakech son muy diferentes a las de occidente, y una vez asumiendo que en ese lugar mi mundo era el distinto y extraño, yo debía adaptarme a él.

En Marruecos es muy común pedir propina; lo hacen incluso si es que pides indicaciones para llegar a algún lugar. Adultos, pero por sobretodo niños. Al principio cuesta poner límites, luego te acostumbras.

Aquí las mujeres usan burka, y puedes ver a un hombre con varias junto -y detrás de él- y varios niños jugando alrededor.


Los dromedarios, cabras y burros son comunes en las calles, siendo estas últimas muy angostas, con entradas perpendiculares a pasadizos con puertas que por dentro son casas e incluso locales con patios interiores y una muy detallista decoración en estilo árabe.

Cada cierto tiempo se escucha un megáfono con un hombre cantando en árabe. Es la indicación para orar y todo se detiene.


El comercio es abundante y puedes encontrar de los más diversos objetos; maletas, zapatos, turbantes, pulseras y la más variada gama de accesorios reunida en un sólo lugar, todo el el más puro estilo árabe, difícil de encontrar de manera tan auténtica, "no-occidentalizada" en otro lugar.



En Marrakech cada momento es una aventura. Recomiendo 100% pasar horas en la Plaza Yamaa el Fna. No por nada fue proclamada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, que de hecho, creo que es el mejor título que se le puede haber dado a un lugar como éste.

Plaza Yamaa el Fna-Marrakech


Todo gira entorno a Yamaa el Fna. En una de las esquinas de la plaza esta ubicada la mezquita Kutubía: enorme monumento representativo de la cultura y religión musulmana, y las calles que le rodean están en permanente movimiento, nuevamente circulando simultáneamente motos, animales, autómoviles...



En Yamaa el Fna puedes encontrar cuenta cuentos, bailarines (de música árabe), juegos de apuesta en sus formas más diversas (de cartas o por habilidad), tatuadores de henna, encantadores de serpientes, dentistas (que, sí, te atienden ahí mismo en la plaza).... en fin... la lista de oficios que existen en este lugar es interminable, sorprendente y alucinante.


De noche, la plaza se enciende. El comercio continúa, y en cada lugar de ella se aglomera gente a escuchar a los cuenta cuentos y disfrutar de los espectáculos de los encantadores de serpientes o bailarines.


La comida que ofrece la plaza no se queda atrás. Recomiendo probar los caracoles de tierra hervidos y servidos en pequeños pocillos. En mi país, esto no es para nada común. Toda la comida en general esta muy condimentada, y hecha en su mayoría en base a vegetales y carne de cordero.

Lo que más agradezco a Marruecos es el hacerme ver otra realidad. Que no hay mundos mejores, peores o errados. Sólo diferentes. Que de cada uno de ellos es posible aprender.

Estar en este lugar despierta "el hambre del viajero" por seguir conociendo nuevas culturas, entendiendo y respetando cada una de ellas.

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